Aparición de Baudelaire

Alex Türk, presidente de la CNIL (el equivalente a nuestra más discreta AEPD) ha hecho estas declaraciones a la revista Télérama:

Charles Bauldelaire reivindicaba dos derechos fundamentales: el derecho a marcharse y el derecho a contradecirse. El derecho a marcharse, hoy, está maltratado por la videovigilancia, la geolocalización… y todos los rastreos en el espacio. El derecho a contradecirse está siendo escarnecido por las informaciones y las imágenes que quedan en la Red y que no se pueden hacer desaparecer: ¡yo debo por lo menos tener derecho a decir blanco a los veinte años y de pensar negro a los treinta! Sería necesario que las redes dejen el control de la información a los usuarios. No es ese el caso actualmente.

Post postnuclear 1945

Shigeko había dejado los pepinos en un cubo de agua junto al estanque del jardín, y el estallido de la bomba los había puesto negros.
-Es curioso -dije-, cuando volví a casa desde el campo de deportes de la universidad, las larvas estaban comiéndose las hojas de azalea. El pepino se había quemado, pero los insectos aún estaban vivos.
(…)
Al echar un vistazo al estanque mientras hundía la mosquitera en el agua, me fijé en que estas larvas de estuche se afanaban en devorar los nuevos retoños de la azalea que salía del agua. Agité las ramas y volvieron a sus estuches, pero cuando volví de recoger algunos trozos de ladrillo con los que sumergir la mosquitera, habían vuelto sobre ellas con avidez. Los retoños no estaban descoloridos ni tampoco se habían quemado los estuches de las larvas, lo que indicaba que la luz y el calor causaban algún tipo de transformación química cuando se encontraban con materiales de metal. ¿O es que la casa o algún otro obstáculo habían servido de protección a las larvas de estuche y a la azalea cuando estalló la bomba?; la plantación de arroz en los campos parecía haber sido afectada por el resplandor, así que era probable que también se hubieran puesto negras a la mañana siguiente.
Lavé mi pequeña toalla en una zanja, a un lado de un cañaveral de bambú; humedecí mi mejilla derecha y los tendones del cuello; luego, enjuagué una y otra vez la toalla, escurriéndola y enjuagándola, repitiendo el mismo procedimiento sin fin alguno. Escurrir la toalla era, según me parecía, lo único que podía hacer a mi antojo en ese momento. El escozor de la mejilla izquierda me mortificaba. Un cardumen de pececillos de agua dulce se movía en el agua de la zanja y en un remanso de agua estancada crecían lirios en abundancia. Parecían querer decir: aquí está la sombra, esto es territorio seguro.

Masuji Ibuse. Lluvia negra.

Hacer lo correcto

Día 1298. Así que hicimos lo que teníamos que hacer. Lo desconectamos todo y gritamos pidiendo ayuda.

Frederik Pohl. Tras el incierto horizonte.

Desinterés por el infinito

El infinito tiene un aspecto plano y sin interés

Douglas Adams. Manual del autoestopista galáctico.

Íncipit

El humorista Eugenio contaba un chiste que comenzaba de esta manera maravillosa:

Era un hombre que vivía en París con un pato y un cerdo…

La lengua común

Cita apócrifa de la Visión de los vencidos:

En cuanto recibieron la versión traducida del Manifiesto por la Lengua Común, todos los hablantes de lenguas arauanas, álgicas, arawakanas, aymaras, barbacoanas, caribes, chapacura-wanham, chibchas, chocó, chon, comecrudan, guahibanas, guaicurian, jívaras, jicaques, lencas, macro-ges, makúes, mascoianas, mataco-guaicurúes, mayas, misumalpanas, mixe-zoqueanas, múras, na-denés, nambiquaranas, otomangueanas, pano-tacananas, quechuas, tequistlatecas, totonacanas, salibanas, tucanoanoanas, tupíes, witoto, xincas, yumano-cochimíes, zamucoanas y záparouto-aztecas creyeron entender que, si aceptaban la supremacía del vocablo de los barbudos, las suyas serían lenguas cooficiales. “Extraña igualdad la de los blancos”, murmuró un indiecito. Pero estaban acostumbrados al universo bífido de los sabios, relatores y diputados occidentales, y sabían que, cada vez que se habían negado a algo, sus lenguas habían tenido menos hablantes, así que firmaron el manifiesto vertiendo sus nombres y los de sus tribus en el perfecto castellano de los misioneros para unirse a la alegre cortina de humo general entre los campos de soja.

Un minuto de Marx

¿Cuánto hacía que no aparecía este tipo por ahí? El caso es que de pronto surgió ese viejo discurso. La cosa era así:

Cuando las fuerzas productivas entran en conflicto con las relaciones sociales de producción, comienza una era de revolución social

A ver si va a ser cierto que no hay más que esa desnudez del mundo… Resulta aún más inquietante esto otro:

Están también las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas, filosóficas, en resumen: las formas ideológicas en las que los hombres toman conciencia. (…) Pero no se juzga a un individuo por la idea que él tiene de sí mismo. No se juzga a una época de revolución social por la conciencia que tiene de sí misma.

Y después viene lo más serio:

La filosofía es al estudio del mundo real lo que el onanismo al amor sexual.