El poder municipal comenzó una política de privatización de servicios que condujo a un fuerte endeudamiento que hubo que aumentar huyendo hacia adelante externalizando la planificación de gestión de la deuda mediante la contratación de tres consultoras no interdependientes dos asesorías coordinadas por una unidad técnica formada por profesionales contratados al efecto ya que ningún empleado público reunía perfiles tan complejos diseñados con la curiosa precisión que hizo que las contrataciones recayeran sobre individuos de todos conocidos responsables sólo en parte mínima de sus actos según dijo el fiscal un tiempo después pero no devolvieron ni un euro cuando la ciudad ya estaba atestada de bolardos cientos miles de bolardos definidos como una estrategia smart para dotarnos de la necesaria delimitación entre los espacios schengen, no, schroedinger, pero tampoco: stanford, que quede claro, semipeatonalizados (uno no sabe bien dónde está pisando sobre todo si llueve o hay perros en las inmediaciones) y lo que vendría a ser el espacio natural donde se resuelve la duda donde se accede con contraseña donde miles de bolardos grises oscuros nos protegen como barrotes del exterior pero no de las máquinas de limpieza con escobones rotatorios que más que limpiar reparten la mierda como otros comparten inmaculados beneficios qué os voy a contar que no sepáis beneficios impolutos basados en la polución giratoria y cara que esas figuras alargadas pretenden inútilmente contener naturalmente como los lujos caninos apenas peatonales apenas smart en una urbe gran cómplice más o menos cercano con su orden de encomienda adjudicada hasta el atasco complaciente del embudo del dinero.