Ahora me gusta aún más la ciudad normanda porque nos ha enviado un precedente en forma de buque que allí han rechazado.
El carguero ‘Bahri Yanbu’, repleto de armas belgas con destino a la guerra que Arabia Saudí mantiene en la República del Yemen, ha hecho escala en Santander después de serle negada la entrada en El Havre a causa de las protestas y acciones administrativas de varias organizaciones de defensa de los derechos humanos. Según la ONU, los bombardeos saudíes han provocado más de 10.000 víctimas entre la población civil; según informes de la Unión Europea, la cifra es mucho mayor. El barco ha seguido rumbo después de permanecer durante varias horas atracado en el muelle de Raos.
Me gusta El Havre. Me parece una ciudad sincera que conforma su imaginario sin artificios: la luz fronteriza, los falsos amaneceres y toda la lluvia impresionista que han recibido sus calles cartesianas desde las dársenas hasta los edificios surgidos después de los bombardeos; y, sobre todo, la perplejidad que produce el abra inmensa, gris boreal, casi una contradicción sólida del océano frente al extrañamiento constante del tránsito portuario.
El centro urbano es una reconstrucción postbélica, una historia sin historia, pero no intenten relacionarlo con las consecuencias del incendio santanderino si no es como prueba de que las cosas se pueden hacer de modos muy distintos. Los barrios populares han sufrido la llamada crisis, las especulaciones, las gentrificaciones, pero no lo han hecho sin respuestas y, por lo menos, el conjunto no se parece demasiado a la comunión de aburrimientos e injusticias que aquí solemos cultivar.
Aki Kaurismaki puso en esos muelles el dedo en la llaga de los refugiados con una película que lleva el nombre de la ciudad. Hay tradición contestataria y no sorprende que, de vez en cuando, un grupo de vecinos vapuleados por el orden de las cosas se organice contra la insolidaridad.
Ahora me gusta aún más la ciudad normanda porque nos ha enviado un precedente en forma de buque que allí han rechazado.
El príncipe heredero de la monarquía absolutista árabe, Mohamed bin Salmán (acusado, como fiel representante del régimen, de ordenar asesinar al periodista Jamal Khashoggi), regaló a Felipe VI, con motivo de una visita oficial en abril de 2018, unos gemelos, un reloj, un anillo, una pluma estilográfica y un rosario, y a la reina Leticia un collar, una pulsera, unos pendientes y un anillo; sus hijas recibieron un reloj.
El presidente de Francia, el muy ciudadano Macron, complaciente con los reyes del petróleo, ha comprobado que una parte de la opinión pública todavía es capaz de ejercer presión contra lo que siente excesivo incluso si la mayoría ha votado por un gobierno cómplice.
En el norte de Francia son frecuentes las protestas contra los Centros de Internamiento de Emigrantes. Tal vez tienen más presente el recuerdo de los campos de concentración que aquí, donde muy pocos parecen recordar que hubo uno en la Península de la Magdalena y se aplaude que las vallas portuarias sean cada vez más altas. La empresas se quejan de que polizones procedentes de los mismos países donde obtienen gran parte (la parte más barata) de sus mercancías hacen inseguro el negocio, lo cual equivale a decir que encarecen el blindaje del paraíso liberal. Las guerras que subvencionamos, junto al hambre y las epidemias, producen migraciones desesperadas. La valla del puerto de Santander, ineficaz ante la desesperación, va a ser estúpidamente ampliada para reforzar su ineficacia con mayor sufrimiento. Mientras, las armas se saltan los controles.
Durante la guerra civil, Santander, como El Havre poco después, fue bombardeada varias veces. Parece que aquí hay muchas más personas desmemoriadas que allí. Gracias a El Havre hemos tenido una oportunidad de ser europeos en el mejor sentido del concepto -en los peores, ya somos expertos- y la hemos dejado pasar sin miramientos.