Marcel Duchamp, artista al que tenemos por iniciador de las vanguardias, escribió esta carta a su amiga Katherine Dreier, con la que había fundado la primera asociación de arte contemporáneo, llamada Societé Anonyme Inc. (es decir, Sociedad Anónima, S. A.).
Creo que basta echar un vistazo a la biografía del autor para comprender que, si alguien conocía el asunto del que trata la misiva, era él.
5 de noviembre de 1928.
Sus dos cartas anunciando un posible cese de las actividades de la Sociedad Anónima Inc. no me han sorprendido. Cuanto más frecuento a los artistas, más me convenzo de que son unos impostores desde el momento en que tienen el menor éxito.
Eso quiere decir también que todos los perros que rodean al artista son unos estafadores. Si observa la asociación entre los estafadores y los impostores, ¿como puede usted estar en condiciones de conservar alguna especie de fe (y en qué)?
No me sirve que mencione algunas excepciones que justificarían una opinión más clemente a propósito de todo el “jueguecito del arte”.
Al final, se dice que una pintura es buena sólo si vale “tanto”. Incluso puede ser aceptada por los “santos” museos, y en la misma medida por la posteridad.
Por favor, ponga los pies en la tierra y, si le gustan algunos cuadros, algunos pintores, contemple su trabajo, pero no intente convertir a un timador en honrado o a un impostor (fake) en faquir.
Esto debería darle una indicio del humor que tengo. Estoy revolviendo viejas ideas de hastío.
Pero sólo lo hago por usted. He perdido de tal modo el interés (todo el interés) en el asunto que no sufro por ello. Usted todavía sufre.
(…)
Ver Nueva York es siempre un placer, pero demasiado caro, incluso si pagan por ir.
Volveré a escribir pronto.
Afectuosamente,
Marcel Dee.