Les conté a un par de amigos sin relación con el mundo del arte ni afición a las artes la historia de las latas de mierda de artista de Piero Manzoni y, cuando supieron que una de ellas fue vendida el 23 de mayo de 2007 en la casa de subastas Sothebys’s por 124.000 €, su percepción del asunto pasó de la inicial fase de “qué chorrada” a la indignación contra el artista y, por fin, comprendiendo quizá la pícara inocencia del vendedor avispado, a la estupefacción ante los mecanismos del comercio del arte, es decir, los mecanismos del comercio.
Si alguna virtud tiene el arte es la de servir como ejemplo de que la economía es un gran malentendido (o, mejor dicho, un sobrentendido inexplicable) de una simplicidad que, en el ámbito contemporáneo, oscila entre lo exasperante y lo hilarante: todo depende del espectador. Un tipo envasa sus excrementos (o dice que lo ha hecho), los expone y los vende. Las latas pasan de mano en mano y su precio va aumentando. Las primeras las vendió al precio de su peso en oro según la cotización oficial. La relación no puede ser más evidente. El precio del oro es tan arbitrario como el precio de la mierda. Manzoni hizo lo mismo con su aliento contenido en un globo y con su sangre; pero no debió de tener el mismo éxito; tal vez el aire respirado es demasiado poético para entrar tan abruptamente en el mundo de los negocios; y la sangre solo es sangre.
Desde 1961, ejemplos similares no han dejado de sucederse. Con mayor grado de complicación, incluso: me acuerdo ahora de la Cloaca de Wim Delvoye, más atenta al proceso de elaboración de la mierda y más presente ésta, ya que lo que en Manzoni es latencia y duda, en Delvoye es un producto elaborado por una máquina que recrea la digestión humana.
Quizá esa ausencia/presencia del producto enlatado y correctamente etiquetado sea el lazo de unión con la tradición artística en cuanto tiene de sugerencia que conduce a la emoción, el equivalente de la pincelada o el golpe de cincel que resuelven como genial lo que sin ellos sería mediocre. No falta, pues, misterio en ese arte, aunque la anécdota (y el dinero) parezca querer anularlo.
En todo caso, creo que algún millonario debería comprar una de las latas de Manzoni para abrirla y desvelar el misterio. Si es que tal cosa no ha ocurrido ya; en caso de que así haya sido (de vez en cuando, resurgen los rumores), pido que se haga público, aunque creo que su propietario ya lo habría hecho: la ceremonia de apertura de una lata de mierda de artista sería un espectáculo muy bien pagado y un vídeo o secuencia fotográfica (actualización de 2022: o un NFT) podría superar el valor de las originales.