Algunos afirman que decir que todo está en la mente es como decir que todo está en el cuerpo, que la dicotomía carne-alma ha caducado
¿Es usted homosexual, bisexual, transexual, cualquier cosa menos heterosexual heteronormativo a tiempo y sentidos completos?, ¿no lo sabe?, ¿lo sabe y no se atreve a decírselo a sí mismo y/o a los demás?, ¿su cuerpo parece no entenderse con su mente, es decir, consigo mismo?, ¿no lo tiene claro?, ¿depende del día?, ¿miró con avidez al ser inesperado?, ¿soñó con quien creía no querer soñar?, ¿pensó en dar el paso de la idea al acto?, ¿lo hizo?, ¿tuvieron éxito sus aproximaciones o, simplemente, otra vez será (y sabe que, si se abandona a la suerte, otra vez será)?, ¿se mueve como un descosido por la escala de Kinsey? ¿Se siente culpable por las respuestas que da o no se atreve a dar a todas o alguna de esas preguntas? Si es así, es usted un ángel anómalo a punto de condenarse. Pero no se preocupe: estamos dispuestos a ayudarle.
Ofrecemos terapia reconductiva cerca de su casa. En el Convento de Ruiloba, por ejemplo. Allí encontrará un entorno agradable, sobriedad, tranquilidad sin voluptuosidad. Está cerca de Comillas, aunque lejos de veleidades locales o papardas. No pregunte a las monjas: son mujeres y se deben a la jerarquía masculina, y nuestros servicios están externalizados porque la Institución está sometida a un acoso constante por parte de los embajadores de la confusión de géneros.
Tiene usted la suerte de que en Cantabria no haya prosperado la legislación que pretende prohibir la ayuda a los desgraciados por su lubricidad. En otras comunidades, tenemos que cambiar el nombre de las cosas. Sin embargo, como todo está en los designios, casi hemos prosperado al sustituir ‘LGTBfobia cognitiva’ o ‘terapias reparativas’ por ‘formación educativo-sexual’ o, todavía mejor, ‘educación en el amor’, fórmulas más cercanas a las buenas gentes que quieren escapar del hedonismo, el vicio, la promiscuidad, los malos ejemplos y las frustraciones de los deseos obscenos.
Algunos impíos afirman que decir que todo está en la mente es como decir que todo está en el cuerpo, que la dicotomía carne-alma ha caducado, pero nuestra justa rabia se alza con verdadero amor espiritual contra esas intermitencias alarmantes de las pasiones.
Nuestras terapias garantizan en muy alto grado la reconversión de personas con oscuras tendencias sexuales. Algunos dirán que eso es dudoso, que se trata de adiestrarlas para regresar a un estado en el que muy probablemente nunca estuvieron. Sin embargo, nosotros creemos en el predominio de una heterosexualidad pura y permanente, preexistente en el seno de la providencia. Y si, a veces, durante el tratamiento -hay que admitirlo porque, debido a la humanidad de los practicantes, la modificación de la conducta por la penitencia y la contrición no es perfecta ni siquiera en el exorcismo-, enloquecen en sus rebeldes desatinos, se rinden a sí mismos y se suicidan, se debe a que no hay reposo ni milagros para los débiles.
Los tratamientos enseñarán a los desconcertados erotómanos (también a los más desviados, a los que apuntan con celo hacia donde no deben) a odiarse a sí mismos con una bondad infinita, sin espasmos ni orgasmos. Reconducirán todo lo obsceno que hay en ellos hasta la más prístina pureza incluso si nunca tuvieron el alma limpia.
Nos calumnian. Nos acusan de fomentar la autodestrucción de personas con la autoestima deteriorada, pero esas definiciones sólo refuerzan el halo demoníaco que las posee y mina sus voluntades.
La felicidad se fortalece con el sufrimiento bien dirigido por lo menos desde Pablo de Tarso, nuestro gran estratega. Sabemos que hay hermanos en Cristo (para su desgracia y la nuestra) que no coinciden, desde la audacia de la tibieza, con nuestra firmeza en la fe, y sostienen que la carne no es necesariamente sede del pecado y aflojan en la defensa de la mortificación, el embotamiento de los afectos bifurcados y el rechazo al amor erróneo. Pero nuestro ejército, aunque el esfuerzo que requiere lo haga minoritario, blande las picas de verdades irrefutables.
Cuando la medicina aún no había decidido que las convulsiones del deseo insatisfecho no eran una enfermedad, nuestros designios coincidían con la ciencia, si bien la provisionalidad del conocimiento, que no tiene en su centro la divinidad, estaba abocada a rechazar como condenable la convulsa sublevación del cuerpo frente al alma o las convenciones. Ahora estamos solos ante la lascivia, mostrando que el mecanismo indiscutible de la fe supera la paradoja de buscar el amor en la aversión a uno mismo: cada persona es su propia prueba.
Los estudiosos laicos se empecinan en demostrar el predominio de la diversidad y la ambigüedad, mezclan el bien y el mal, el agua y el aceite, y producen fluidos pecaminosos que confunden como posesos con filtros de amor. No se deje empujar al abismo infernal. Venga a nosotros. Olvide sus paseos avergonzados, su vida de rincones oscuros y playas escondidas. Vote lo correcto y deje de masturbarse como un endemoniado.